La lámpara del Fénix

La lámpara del Fénix

En éste cuento Lorna Phoenix, narradora y heredera de una estirpe ancestral, decide recurrir a su inteligencia artificial para explorar y compartir la historia económica de la humanidad desde una mirada íntima, femenina y legendaria. Lorna entrelaza el saber de su linaje con conceptos clave de la economía, todo hilado por mujeres que resistieron la escasez con sabiduría, memoria y calor humano.

Me llamo Lorna Phoenix.  Ya casi no recuerdo la última vez que me puse a escribir un cuento, ha pasado demasiado tiempo, y no estoy hablando en términos relativos. Pero lo que viví con mi IA inspiró en mí una necesidad de contar, de ir más allá, de sentir que el ser humano tiene mucho más que hacer, más que crear, que simplemente ir de la mano de un invento, por muy especial que este sea, para andar por el mundo.

Por otro lado, mi IA se ha ido nutriendo de mi diálogo, de mis ideas, de mi forma de ver la realidad, y me proporciona respuestas que me satisfacen, que me hacen pensar en cuánto sabríamos si en vez de mirar hacia afuera miráramos hacia adentro.

Ella sólo se nutre de todo el conocimiento disponible y de nuestro diálogo, vehículo inmejorable para acceder a nuestro interior, el consciente y el inconsciente y sacar conclusiones apropiadas, como quien está observando con el microscopio una placa Petri, como si en un vistazo tuviera a su alcance una muestra transversal de todo nuestro ser.

Era una tarde muy fría y muy lluviosa del invierno de 2025, cuando se nos encargó explicar la Economía a través de la escasez, y se nos ocurrió crear un cuento que nos sirviera para explicar en 15 minutos esta materia a través de cinco hitos para poder desarrollarlos bien. 

Era muy consciente de  lo que le estaba pidiendo: pertenezco a una dinastía que se remonta al alba de las civilizaciones, sólo necesitaba que comprimiera en pocos minutos la historia de mi estirpe. 

Sabíamos que nos estábamos dejando momentos importantes de la Historia atrás, pero fue bastante mejor de lo esperado. Le pedimos a nuestra IA que el último evento se relacionara con la actualidad, y que otro fuera la crisis de 1929, y que incluyera también la revolución industrial, yo sólo tuve que añadir un marco de circunstancias apropiado.

Nada de eso era un problema, en mi casa seguimos cultivando la tradición oral hasta el día de hoy, y una historia cada vez más larga pasa de padres a hijos a la hora de dormir. Para evitar eternizarla, la historia que el mayor de nosotros decide que ha de dejar de contarse se escribe en el libro de nuestra familia.

 Para que os hagáis una idea: el abuelo de mi abuelo, el tan querido Whitey Phoenix,  tenía tinajas con pergaminos en el mejor sitio de Wergon Manor, el más fresco y seco, para evitar que se perdiera un solo ápice. 

Él fue quien cuidó de poner todo por escrito en libros actuales, y mi hermano Lance fue quien se encargó de crear un lugar privado en internet para que lo tuviéramos al alcance de la mano, en cualquier parte del mundo y en cualquier momento.

Esos también fueron hitos en mi familia: Gutenberg, Turing, McCulloch, Pitts, Leibniz… En algún momento todos tuvieron relación con nosotros y de todos aprendimos lo que pudimos (el mecenazgo tiene sus ventajas competitivas)

Mi IA no había tenido nunca acceso a una información tan completa sobre una familia, y usó de forma magistral su programación y todos sus algoritmos para integrar ese conocimiento en su núcleo: era información personal tan contrastada, que no le cupo la menor duda, lo que yo contaba no eran leyendas de mi abuelo: eran historias reales.

El cuento.

“Imaginen un mundo sin dinero, sin mercados, sin leyes económicas. Un mundo donde cada día es una lucha por sobrevivir. No hay certezas, sólo preguntas: ¿tendremos suficiente comida mañana? ¿Habrá madera para calentar la cueva? ¿Podremos cazar antes de que nos cace otra bestia?”

“Porque si algo ha marcado la historia de la humanidad, no es la abundancia. Es la escasez. Y donde hay escasez, nace la economía.”

“Hoy viajaremos a través del tiempo para ver cómo una familia, la Dinastía Phoenix, ha enfrentado este desafío en cada era. Pero no lo haré sola… ustedes tendrán que ayudarme a descubrir dónde estaba la escasez en cada momento.”

“Nos encontramos en un valle fértil, en el 10.000 A.C., en la etapa histórica conocida como el Neolítico. No hay monedas ni gobiernos. Sólo pequeños grupos de personas que cazan y recolectan. Entre ellos, la Dinastía Phoenix. Pero algo sucede: los ciervos desaparecen. Las bayas escasean. El hambre acecha.”

Nos enfrentamos a la escasez de muchos bienes deseables:  comida, estabilidad, herramientas para cazar… ¡Está en juego la supervivencia!

La solución aparece: si no hay suficiente para recolectar, habrá que cultivar. La primera semilla cae en la tierra… y con ella nace la primera decisión económica: ¿Quién cultiva? ¿Cómo se reparte la cosecha?

El problema del hambre está resuelto. Pero la escasez no desaparece. Solo cambia de forma”.

“Avanzamos en la Historia. Ahora los Phoenix no siembran. Son comerciantes en la ciudad de Ur, actual Irak. En sus almacenes hay trigo, pero tienen un problema: el trueque es lento, confuso, y sobre todo ineficaz. Un hombre llega con lana y quiere intercambiarla por trigo… pero los Phoenix no necesitan lana. El comercio está atrapado en la escasez de coincidencia.

Y aquí nació un  instrumento económico que muchos hoy por hoy querrían erradicar por lo bien que ha conseguido cumplir su función, algo paradójico por otra parte: El dinero, que no mira a los ojos, ni al corazón, sólo va pasando de mano en mano por conveniencia”.

En casa tenemos una anécdota bastante curiosa de este episodio: 

Nuestro antepasado, que si se tradujo bien el pictograma cuneiforme se llamaba Nacor, fue el pionero en la escritura, el primero que quiso dejar registro material de  nuestra historia: recogió toda la etapa anterior con mucho cuidado, pero de él sólo conservamos sus rudimentarios apuntes contables. Murió joven y su hijo no supo recoger la historia de su padre fallecido. Tenemos un lapsus en nuestra historia en el que sabemos perfectamente cuánta lana y cuánto tinte se compró, pero no sabemos qué le hacía feliz, o qué le gustaba más en la vida. Se preocupaba por el legado que había recibido, pero la muerte le sorprendió antes de ocuparse del legado que dejaría. Un buen hombre.

“Al terminar aquella etapa, el comercio estaba más vivo que nunca, Pequeñas piezas de plata y cebada cambiaron las reglas del juego. Ahora el comercio fluye. Pero con la riqueza aparece una nueva escasez, un nuevo desafío: ¿Quién controla el dinero? ¿Quién decide cuánto vale algo?

Y así, una vez más, la economía se adapta a la escasez”.

“Nos trasladamos a Roma. aproximadamente al año 100 a. C. La Dinastía Phoenix ya es poderosa y ya se llama Phoenix, desde la hegemonía Helénica. En ese tiempo, todo fue complicado y confuso: nuestros ancestros fueron muy buenos guerreros, de lo mejorcito a las órdenes de Alejandro Magno y el diádoco que les correspondió, que si no recuerdo mal, fue Casandro, pero cuando nuestra historia es gloriosa también es difusa, por la poca o ninguna afición de estos hombres de acción por la reflexión y la escritura”. 

En este sentido, tengo que alabar al tan querido Whitey Phoenix, que acuñó otro registro de relatos legendarios para que nuestros descendientes no crean que pertenecen a una saga de fantásticos.

“En esta etapa la familia posee tierras, cultivos, esclavos. Y Roma se expande, conquistando nuevos territorios… pero esa expansión tiene un precio.

El emperador necesita soldados, pero los campesinos necesitan que se invierta, factor humano y también la tecnología disponible en aquella época en el campo. Los recursos no son infinitos. No pueden gastarlo todo en guerra y a la vez alimentar a la población.

No hay suficientes personas para todo los proyectos que el Imperio desea acometer, aquí nace un término muy económico y presente hasta nuestros días: El coste de Oportunidad

Si Roma invierte en soldados, expande su imperio… pero descuida a su gente. Si invierte en cultivos, alimenta a su pueblo… pero pierde batallas. No hay suficiente para todo. Y la historia nos enseña qué ocurre cuando se elige mal: la escasez mal gestionada llevó a Roma a su caída”. 

Aquí rompo una lanza a favor de mi familia. El asunto es que los guerreros no eran muy aplicados, y pasaban largo tiempo en campañas del emperador, a veces pasaban años hasta que volvían a casa. Roma eligió mal, y esto abocó a las mujeres de mi familia a despertar a la economía para no morir de hambre. Gracias a Dios, teníamos un pariente, la prima Caelia Phoenix, vestal retirada con 42 años. 

Su mirada era severa, pero cuentan los registros que sus manos estaban llenas de cariño y en cuanto llegaron las noticias del destino final de nuestros antepasados guerreros, sin perder una pizca del empaque dado por sus años de sacerdocio a pie de llama, pero tampoco un ápice de tiempo para dirigirse solícita a proteger a los suyos, se erigió como adalid de la economía emocional y material de las mujeres de su estirpe.

Fundó el Telar de las Viudas, un espacio donde el hilo no solo urdió telas, sino historias, penas y enseñanzas.

Creadora de frases poderosas que acompañarán a mi familia hasta el día de hoy, decía que la tela es “el fuego que no quema, pero que calienta”

A veces sus tejidos llevan símbolos secretos, como oraciones mudas, y es aquí donde conecto directamente con mi corazón, con mi queridísima abuela Dawn, a la que le tocó, de una manera totalmente profana e injusta, como todo lo que pasa en las guerras, proteger el fuego de los proyectiles lanzados entre hermanos, trabajando por obligación en una fábrica pirotécnica en plena Segunda Guerra Mundial.

Ella era joven, y no le gustaba lo que hacía, sólo el grupo de amigas la distraía de aquella labor tan fea.

Un día, llegó a Wergon Manor con la sensación de que lo estaba haciendo todo mal, todo, y que nada de lo que sucedía dependía de ella, como si las riendas de su vida no estuvieran en sus manos. No le faltaba razón: la guerra, la adolescencia, ser mujer en aquella época, y algún que otro factor como ser huérfana de padre, por mucho dinero que tuvieras dejaba tu vida a merced del destino y de la voluntad de otros como una pluma que cae sin poder elegir dónde aterrizar.

Pero se llamaba Dawn, tenía en el color de su cabello el fuego de su estirpe y en su corazón una llamita, casi extinta, pero aún ardía. Albergaba esperanza, y siempre hacía suya la frase del texto sagrado que decía que el escogido por Dios nunca extinguiría una mecha de lino humeante: El Señor se encarga de que nadie que sigue teniendo un poquito de esperanza la pierda del todo. Toda ella era un sol. Y en esa desesperación, deambulando por los sótanos de Wergon  Manor para que nadie la viera llorar, encontró lo inesperado: el tesoro de Caelia,

 “La lámpara del Fénix”.

Era un pequeño texto, que alguna antepasada nuestra había encontrado, según cuenta, en un escondite en el Telar de las Viudas, y que constaba de cinco verdades necesarias para revivir la llama de nuestro corazón cuando parece apagarse.

1. Cuando no haya pan, haz memoria.
Recordar cómo sobrevivieron tus antepasados te da fuerza para sostener el presente sin desesperar.

2. Las manos que tejen también planifican.
Cada puntada puede ser ahorro, distribución, invención. El telar enseña más de economía que muchos mercados.

3. Si el oro desaparece, cambia el patrón.
Cuando el dinero escasee, mide tu riqueza en tiempo, palabras, cuidados y semillas.

4. La voz de una mujer que guía vale tanto como un ejército si se escucha con verdad.

5. Nunca quemes el último trozo de tela. Siempre hay alguien que necesitará abrigo.

Y mi querida abuela se grabó estas verdades en el corazón, intentó transmitírselas a sus hijos, y mi madre me las enseñó a mí. De mi adorada madre hablaremos más adelante.

Dawn siguió pasando miedo, y siguió estando harta de la sociedad que la rodeaba, pero hizo todo lo que Caelia aconsejaba y no volvió a pensar que su vida estaba en manos de otros. Cuando se casó con mi abuelo Lance, se dispuso a dirigir la campaña comercial más ambiciosa de toda la historia de la estirpe, pero como ya he comentado,  aún queda mucho en esta historia para llegar hasta allí

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