
Ana y el constructor
Se despertó con la boca seca y la cabeza embotada, las sábanas pegadas por el sudor, luchando por no abrir los ojos, rogando unos segundos más de descanso. El estómago revuelto se lo impedía. Los pulmones, castigados por el tabaco de la noche anterior, le pedían respirar profundamente, ignorando









